viernes, 19 de abril de 2013

Tu cuerpo está a mi lado, Jaime Sabines

 

Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.






Solo contigo, Kiko Gaviño



Sé, que no es tarde para volver a sentir,
que sigo en pie y que hay vida después de caer...
en el profundo dolor y perder la ilusión,
por creer en un amor que tan solo vivió en mi..

Contigo, solo contigo, ya no hay sombras que deslumbren mi camino...

Porqué tú, tan solo tú, llenas de mi vida,
de melodías, que diluvian en mi,
creando un sentimiento que me invita a la ilusión...
Porqué tú, tan solo tú, me das la calma
que necesitaba, y me entregas tu amor,
devolviendome la vida, invitándome la soñar tan solo tú...

Sé, que no es tarde para volver, a sentir,
has curado mi pasado, sanandome la vida
impregnándome de ti...

Contigo, solo contigo, ya no hay sombras que deslumbre mi camino

Porqué tú, tan solo tú, llenas de mi vida,
de melodías, que diluvian en mi,
creando un sentimiento que me invita a ala ilusión...
Porque tú, tan solo tú, me das la clama
que necesitaba y me entregas tu amor,
devolviendome la vida, invitándome al soñar,
tan solo tú...

Tu tienes la culpa de que no sepa vivir,
lejos de tus besos y tu ganas de sentir,
me has enseñado a ser quien soy,
tan solo tú.



Todo lo que cabe en los bolsillos (fragmento), Eva Weaver




Nueva York, 12 de enero de 2009

Tras la ventisca, la nieve resplandecía bajo el intenso azul del cielo. Con aquella primera nevada, Nueva York parecía una ciudad encantada, enmudecida y transformada por completo. A pesar de la nieve, o tal vez a causa de ella, Mika insistió en recorrer a pie las escasas manzanas que había desde la estación del metro hasta el museo. La nieve elimina las aristas de todas las cosas. Igual que un truco de magia que hace desaparecer un objeto.
Pese a no haber dormido en toda la noche y al dolor que sentía en la rodilla izquierda, el viejo iba tarareando. La nieve recién caída estaba rebosante de promesas, y pasar el domingo con su nieto suponía un cambio agradable en su solitaria existencia. Daniel había llegado temprano, con el fin de aprovechar al máximo el día, tan corto en invierno, y tras un generoso desayuno Mika sugirió que fueran a mezclarse con los dinosaurios del Museo de Historia Natural. Así que, envueltos en gruesas bufandas y gorros para aislarse del cortante viento, salieron del metro a la calle 72 y tomaron rumbo norte, en dirección a Central Park.
Daniel era alto para los trece años que tenía. Ágil y larguirucho, poseía unas facciones delicadas que irradiaban curiosidad y una pizca de insolencia. A Mika siempre le habían gustado la risa descarada y el cabello negro, rizado y rebelde de su nieto. Y también a Hannah. Y a Ruth. A cada poco prorrumpían en un tonto bailoteo y se divertían en hacer volar la nieve por los aires formando nubes de azúcar glas, Daniel con los zapatos y Mika con su bastón, ambos riendo felices.
Ocurrió cuando bajaban por la calle 72 en dirección a Columbus. Pasaron por delante de un pequeño teatro que visto desde fuera no era mucho más que una puerta roja, grande y destartalada, que lucía un letrero impreso. Mika captó con el rabillo del ojo un colorido cartel que proclamaba en letras impresas en negrita: «El titiritero de Varsovia. Teatro de marionetas».
Mika aminoró el paso pero no se detuvo, a pesar del sudor frío que comenzó a formársele en la frente y entre los omoplatos.
El texto del cartel tenía debajo la imagen de un abrigo negro y viejo, extendido como si estuviera a punto de bailar o de salir volando, con un brazalete de la estrella de David cosido a la manga derecha. Se fijó en que la estrella era azul, por lo tanto polaca, no amarilla como las que estaban obligados a llevar los judíos de otros lugares. Y además había marionetas, montones de marionetas distintas que asomaban la cabeza de vivos colores por los numerosos bolsillos del abrigo: un cocodrilo, un bufón, una princesa, un mono.

A Mika se le aceleró el corazón. Comenzó a retumbarle con fuerza, como un tambor enloquecido. Metió la mano en el abrigo, primero en el bolsillo izquierdo, luego en el derecho, manoteando, buscando algo. No encontró nada más que un pañuelo viejo y arrugado, un lápiz muy gastado y otro par de guantes. De repente le invadió una sensación de vértigo y una intensa oleada de náuseas, y con ellas un sentimiento de impotencia y rabia que temió que lo devorase como un león que le estuviera atacando las entrañas. Sintió una opresión en el pecho y notó que le faltaba el aire. Se agarró del brazo de Daniel y le dijo con voz débil y tensa:
—Danny, por favor, vámonos a casa. Necesito enseñarte una cosa.
—¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien?
—Sí, es que tengo que volver. Lo siento, Danny.
Mika se tambaleó y se aferró a su bastón, pero ya habían comenzado a inundarle las imágenes: una figura pequeña, andando a trompicones por una extensión infinita de escombros que ardían lentamente; una enorme forma negra que aleteaba por encima de él igual que un cuervo gigante; un abrigo habitado por una ruidosa troupe de marionetas que lo perseguían con la intención de atraparlo de una vez por todas.
Cuando se apoyó contra la pared, las imágenes comenzaron a disiparse, pero se le doblaron las rodillas y sintió que resbalaba hasta el suelo. Luego notó un fuerte pitido en los oídos, y después lo vio todo negro.
No supo cuánto tiempo había pasado, pero sintió la mano de Danny, que le acariciaba la mejilla.
—Despierta, abuelo.
Lo llamó una figura desde el otro lado de la calle. No alcanzó a oír lo que decía aquel hombre. Si es judío como yo, no debería estar en la acera. ¿No se habrá enterado? Está prohibido andar por la acera. A lo mejor es alemán.
El desconocido cruzó la calle.
—Ten, abuelo, bebe un poco. Te sentará bien. —Danny le acercó a la boca una pequeña petaca plateada. Se le quedó pegada a los labios.
—¿Va todo bien? —preguntó el hombre que había cruzado la calle, inclinado sobre él con expresión amistosa y preocupada, la frente llena de arrugas. Después de todo no llevaba uniforme, sino un gorro y una bufanda de lana.
«Aun así, nunca hay que fiarse de la sonrisa de un desconocido. Tengo que levantarme. No puedo morirme aquí.»
Danny volvió a acercarle la petaca a los labios. Mika bebió un buen trago y después tosió.
—¿Es que quieres matarme? ¿Qué es eso?
El otro se echó a reír.
—Ron Stroh, setenta y cinco por ciento austríaco. Es perfecto para las emergencias. Incluso a veces es capaz de resucitar a un muerto. ¿Ya se encuentra mejor?
—Sí, gracias. —Mika se sacudió igual que un perro recién salido del agua.
—¿Podrás ponerte de pie? —Danny estaba justo a su lado—. Puedo llamar a una ambulancia.
—No, me encuentro bien. En serio. Ayúdame a levantarme, nada más.
Daniel y el desconocido lo agarraron cada uno de un brazo y lo levantaron del suelo. Mika sentía las piernas como si no fueran suyas y un tanto lejanas, como si las estuviera viendo a través de unos prismáticos vueltos del revés. Golpeó unas cuantas veces el suelo helado con los pies.
—Ya estoy mejor, gracias. Tengo que irme a casa. —Le dolía la cabeza.
—¿Seguro que puedes andar, abuelo? ¿Por qué no cogemos un taxi, por lo menos?
Mika sonrió. Desde que salieron del metro no habían visto ni un solo coche. La negligencia formaba parte del encanto de la primera nevada.
—No, vámonos. Y gracias por el ron, señor. ¡Ha funcionado de maravilla!
Danny le entregó el bastón. No hablaron, pero Daniel enlazó el brazo con el de su abuelo y lo sostuvo mientras caminaban por el nevado paisaje de la ciudad. Mika se lo permitió y, más que eso, se sintió agradecido.
Tomaron el metro, y tras otra breve caminata llegaron por fin al bloque de apartamentos de Mika. El ascensor los llevó hasta el quinto piso. Después de abrir la puerta, Mika se apresuró a quitarse el abrigo y la bufanda, y enseguida cobró vida.
—Danny, haz el favor de ir al armario del dormitorio y traerme un paquete grande y de color marrón que hay detrás de la ropa.
Aquella caja llevaba muchos años guardada en el mismo sitio. Mika la había sellado con todo cuidado un día antes de pedirle matrimonio a su mujer. En aquella época contaba veintiocho años, y desde entonces la había abierto una sola vez, el mes de octubre anterior, cuando agregó un último objeto.
Daniel rebuscó en el interior del armario y extrajo el paquete. Por un instante se tambaleó al notar el peso.
—¿Guardas ladrillos aquí dentro?
—No, tú tráelo aquí.
A Mika le temblaron las manos cuando Daniel, con sumo cuidado, depositó la caja delante de él. Deslizó los dedos sobre el arrugado papel marrón explorando todos los lados con ternura. Entonces, con un movimiento repentino, sajó el cordel con un afilado cuchillo de cocina. Ya no había necesidad de desatar el paquete cuidadosamente, porque no pensaba atarlo de nuevo. Agarró la caja y levantó la tapa despacio. El olor resultó abrumador, acre y penetrante.
—¿Qué es, abuelo?
—Quiero contarte lo que sucedió en el gueto. Quiero contártelo antes de morirme. Quiero contarte la verdad... a ti y a mi propio corazón, a tu madre y puede que al mundo.
Extrajo con las dos manos un abrigo enorme. Era negro y pesaba mucho. Le recordó al gigantesco perro negro que había encontrado la semana anterior muerto a la entrada de Madison Park, como si lo hubiera abatido un rayo. Pero aquel viejo abrigo aún tenía vida dentro.
Lo alzó e introdujo los brazos en la oscuridad de las mangas. Ahora, como cuando era un muchacho, parecía demasiado grande, y en cambio al mismo tiempo le sentaba tan bien como una segunda piel. Y, al igual que ocurre con la capa de un chamán, envuelto en él le resultó fácil conjurar espíritus y recuerdos de su pasado. Tomó a Daniel de la mano y respiró hondo.
—¿Te fijaste en el cartel del teatro junto al que hemos pasado, el que decía «El titiritero de Varsovia»?
Daniel negó meneando la cabeza y se quedó mirando a su abuelo, en cuyos ojos resplandecía un brillo desatado.
—Bueno, pues en el vecindario del gueto a mí me llamaban el «titiritero», pero bien podrían haberme llamado el «muchacho de los bolsillos».
—¿Por eso te conmocionaste de esa manera? —preguntó Daniel, y Mika afirmó con la cabeza.
—Danny, los soldados no llegaron a descubrir el mundo secreto que se ocultaba en mi abrigo, jamás se dieron cuenta de que dentro de los bolsillos había otros bolsillos. Verás, este abrigo posee una magia propia. Pero permíteme que empiece por el principio. Permíteme que te cuente exactamente lo que ocurrió.

El misterio del bosque torcido, Polonia



En un pequeño rincón del oeste de Polonia, en Gryfino, un bosque de 400 pinos crecen con una curvatura de 90 grados en la base de sus troncos, todos doblados hacia el norte.
Plantados alrededor de 1930, los árboles lograron crecer casi 10 años antes de empezar a doblarse, por lo que pudo haber alguna intervención mecánica humana, sin embargo, esta colección de árboles curvos, o "bosque torcido", es aún hoy un gran misterio. 



El destino de estos árboles sigue siendo una especulación. Podrían haber sido destinados a la fabricación de muebles de madera curva, cascos de embarcaciones o yugos de arados tirados por bueyes. Sin embargo, antes de que pudieran ser cosechadas, el estallido de la Segunda Guerra Mundial interrumpió los planes originales y fue creciendo un bosque muy singular, dejando a su paso un misterio.
Hay quienes opinan que el bosque se formó adoptando un extraño patrón natural, dado que el pino no es una madera adecuada para la construcción de los dispositivos antes señalados.



Fuente:
http://historiasinsolitas.com
http://www.lareserva.com


¿Las vacas contaminan más que los coches...?



Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero es uno de los principales responsables del efecto invernadero en el mundo. También afectaría al suelo y los recursos hídricos.

Lo más ecológico... ¿que no haya vacas?


¿La ecología contra la ganadería? Una nueva y sorprendente batalla irrumpe en el frente ambiental: reducir el consumo de carne en los países ricos sería un método rápido y eficaz para que cada ciudadano contribuya a frenar el calentamiento global. Menos consumo de carne implicaría menos cabaña y menos emisiones. Pero la propuesta, apoyada por celebridades como Paul McCartney, choca con la tendencia creciente del consumo de carne en todo el mundo, al que se apuntan las regiones emergentes como señal de la riqueza conquistada. Se sabía que abusar de la carne no es saludable. Ahora, además, no es verde.

"Engullir un kilo de vacuno contamina igual que un viaje de 250 kilómetros"
"Para alimentar a los animales es necesario deforestar grandes extensiones"
"España empezó a abandonar en 1984 los patrones de la dieta mediterránea"
"Para prevenir el cáncer no hay que sobrepasar los 500 gramos semanales"

La campaña se ha puesto en marcha en el Reino Unido con el lema Lunes sin carne. El objetivo: convertirse en vegetariano un día a la semana para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el ex Beatle, es una forma de contribuir individualmente y sin grandes esfuerzos a la batalla contra el calentamiento global. La carne se puede medir en emisiones de CO2: engullir un kilo de vacuno equivale a viajar 250 kilómetros en coche.
La vaca está en el punto de mira de los ecologistas no sólo por el CO2 que emite a través de su sistema digestivo. También porque para su alimentación se deforestan grandes extensiones de terreno. En defensa de la vaca acude el sector ganadero, nada menos que 1.300 millones de personas en el mundo, y la demanda del consumidor, que pide más filetes.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) calculó en 2006 que el sector ganadero emite más gases de efecto invernadero -el 18%, medido en su equivalente en dióxido de carbono- que el sector de los transportes. De ese porcentaje, buena parte corresponde al gas metano, con un potencial de acumular calor 23 veces mayor que el CO2. El sistema digestivo de los rumiantes, especialmente las vacas, hace que estos animales emitan metano a través de eructos y pedos. Además, grandes extensiones de tierra, sobre todo en América Latina, han sido deforestadas para convertirlas en pastos o producir forraje para alimentar al ganado. Y el estiércol genera óxido nitroso, con un potencial 296 veces mayor de calentamiento global que el CO2.
"Cada vez mayores extensiones se están dedicando al cultivo de soja, para utilizarla como proteína para los piensos, sobre todo en Argentina y Brasil", explica Miguel Ángel Soto, experto en deforestación de Greenpeace España. "En 2006 elaboramos un informe en el que señalábamos a las grandes empresas productoras de soja y a los mayores importadores en Europa, como McDonald's. Los pollos de los McNuggets se alimentaban con soja producida en granjas situadas en áreas deforestadas. Llevamos allí a los directivos de la multinacional para que lo vieran", explica Soto.
Como resultado del viaje, la empresa se unió a una moratoria sobre la compra de soja procedente de áreas de deforestación reciente, en cuya elaboración ha participado el Gobierno de Brasil. Según Greenpeace, la intensidad de la deforestación fluctúa con los precios de la carne y de la soja. Cuando el precio de ambos productos cae en los mercados internacionales, el ritmo de tala de árboles se reduce el año siguiente.
"El 90% de los cultivos de soja que se producen en América Latina se destina a alimentar a los animales en los países ricos. Un filete que se come en España, por ejemplo, muy probablemente provendrá de una vaca europea que se ha alimentado de cultivos brasileños, que han crecido en tierras donde antes había árboles o selva", explica Lasse Bruun, portavoz de Compassion in World Farming, una de las ONG que se han sumado a la iniciativa de McCartney. "Un cambio de comportamiento en los consumidores sería muy importante", opina Bruun, que también aboga por que el tema se incluya en la cumbre mundial del clima que se celebrará en diciembre en Copenhague (Dinamarca). Aunque luego matiza: "Obviamente, es un tema que se entrelaza con valores culturales, con lo que se considera un buen nivel de vida".
La carne y la leche son símbolos de bienestar. Los países en desarrollo no quieren quedarse fuera y comienzan a emular los hábitos alimenticios occidentales. En China e India ya se bebe leche y se come carne de vaca. Es más, el consumo de carne en el mundo se multiplicará por dos a mediados de este siglo, según la FAO. Por el lado de la oferta, una drástica reducción del consumo sería también problemática: unos 1.300 millones de personas subsisten gracias al sector ganadero.
Una voz acreditada que apoya la campaña es la de Rajendra Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU y premio Nobel de la Paz en 2007. En una conferencia en Londres en 2006, el científico indio explicó que "un granjero puede alimentar a 30 personas durante un año con una hectárea de terreno si produce vegetales, frutas y cereales. Si la misma área se utiliza para producir huevos, leche o carne, el número desciende a entre cinco y 10 personas". Pero la línea de la FAO no es la de apoyar una reducción del consumo. Al menos no como receta para todos los países. "No es una buena recomendación a escala global, porque los países pobres deben aumentar el consumo de carne en sus dietas", defiende Pierre Gerber, responsable de políticas ganaderas del organismo.
En los países ricos, sin embargo, se come demasiada carne. España no es una excepción. Unos 121 kilos al año, según la FAO, más que cualquier otro país europeo. Desde los años sesenta, cuando se tienen los primeros datos, el consumo no ha parado de aumentar. "Hasta 1984 la dieta en España seguía prácticamente al pie de la letra los patrones de la dieta mediterránea, de la que nos estamos alejando progresivamente, porque ingerimos menos hidratos de carbono y más proteínas, es decir, menos legumbres y pan y más alimentos proteicos como la carne", detalla José Manuel Ávila, de la Sociedad Española de Nutrición. "Deberíamos adaptar nuestra dieta a nuestro gasto en proteínas, comer de todo un poco menos y tratar de sustituir parte de las proteínas por hidratos de carbono", aconseja Ávila, quien opina que una campaña como la de McCartney en España sería buena. "El consumo recomendado es de ocho veces al mes". Es decir, dos veces por semana. "Aunque la carne, en su justa medida, es muy necesaria", matiza.
El Foro Mundial de Investigación sobre el Cáncer, con base en Reino Unido, recomienda limitar el consumo de carne roja, como la ternera, el cerdo o el cordero, y evitar por completo las carnes procesadas -como el beicon o el salami-. Para reducir el riesgo de padecer cáncer, el consumo no debería ser mayor de 500 gramos a la semana.
El impacto de la ganadería sobre el cambio climático varía según los sistemas de producción, explica Gerber. En un sistema extensivo, las emisiones de las vacas son mayores, por kilo de proteína que se obtiene, porque se necesitan más vacas para producir una misma cantidad de carne o leche. Cuando la producción es más intensiva, éstas descienden. En el último estadio, una nueva intensificación vuelve a aumentar las emisiones, porque se transporta el alimento desde más lejos -muchas veces desde áreas deforestadas- o porque se consume más energía en la explotación.
No contaminan igual las vacas, los cerdos o los pollos. Según Gerber, "un cuarto de las emisiones del sector son de los rumiantes, sobre todo de las vacas". "Por un kilo de proteína de carne de vaca, se producen entre tres y cuatro veces más gases de efecto invernadero que con la misma cantidad de proteína de carne de pollo, en países de la OCDE", precisa.
Tampoco todas las vacas son iguales si hablamos de gases de efecto invernadero. Las vacas lecheras expulsan el doble de metano. Y las que tienen terneros, todavía más. "Entre 200 y 250 kilos al año", explica Frank Mitloehner, especialista en calidad del aire del departamento de ciencia animal de la Universidad de California. Él y su equipo empezaron a estudiar el impacto de la industria del vacuno en el aire y el cambio climático porque observaron que la calidad del aire en el lugar donde se encuentra su universidad, el valle de San Joaquín, era de las peores en todo Estados Unidos. Y ese mismo valle tiene una concentración enorme de fábricas de producción de leche. "Hay vacas por todos lados", según el científico. Exactamente: dos millones de vacas lecheras, la mayor concentración del mundo. "Nos preguntamos si ambas cosas
[la presencia de muchas vacas y la mala calidad del aire] podían estar relacionadas, y encontramos que sí, parcialmente", relata Mitloehner. El estiércol contiene amoníaco que, combinado con los gases emitidos por los coches, "da lugar a unas pequeñas partículas que contaminan el ambiente".
Mitloehner encerró a varias docenas de vacas en "bio burbujas", una especie de invernaderos de 40 metros de largo y 20 de ancho, con estructuras en las que los animales se mueven en grupos de 10. "Así medimos las emisiones", explica. En este proyecto pionero, el investigador descubrió que "los eructos de las vacas representan más de la mitad de las emisiones" de gases de efecto invernadero. El resto proviene del estiércol.
Los datos del informe de la FAO, argumenta Mitloehner, exigen un matiz fundamental. "La FAO habla de que mundialmente el sector ganadero emite el 18% de todos los gases de efecto invernadero. Esa cifra, sin embargo, esconde que las emisiones relacionadas con la ganadería en los países ricos suponen sólo el 3% del total". La razón es sencilla: en los países ricos hay una mayor variedad de fuentes de emisiones, por lo que la importancia relativa de la ganadería es menor. "En algunos países pobres, la ganadería supone hasta el 60% de todos los gases de este tipo que se emiten".
Esto puede explicar por qué en España el sector ganadero sólo representa el 3 % del total de emisiones, según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, aunque en los prados y granjas hay más de seis millones de vacas. "La mitad proviene de la fermentación entérica, es decir, de los eructos y las flatulencias de las vacas, y la otra mitad del estiércol", explica Carlos Escribano, Director general de recursos agrícolas y ganaderos. El Ministerio ha aprobado este año el Plan Nacional de biodigestión de purines, que incluye ayudas a los ganaderos para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. El presupuesto es de 80 millones de euros para los próximos cuatro años, que gestionarán a medias el Ministerio y las Comunidades Autónomas. El dinero se destinará a llevar el estiércol a instalaciones para producir biogas y abono para las explotaciones agrícolas. "Para los ganaderos deshacerse de los residuos es un problema, también económico", dice Escribano, "lo que pretendemos es darles alternativas".
"El plan se centra en el estiércol líquido, el de las vacas de leche", apunta Javier López, portavoz de la Asociación española de productores de vacuno de carne. López defiende que el sistema de producción de vacuno en España es "muy diferente al del entorno europeo, e incluso mundial", lo que conlleva que las emisiones sean comparativamente menores. "La alimentación a base de grano hace que las vacas generen menos metano y, además, en España se consume carne de animales muy jóvenes. Las vacas se sacrifican entre los 10 y los 15 meses, y los estudios científicos dicen que las vacas jóvenes generan menos metano", apunta López. En todo caso, la defensa de los productores va más allá de las cifras. Opinan que "el tema se está sacando de quicio". Según López, "es ridículo pensar que comer menos carne va a solucionar el tema del cambio climático. Se coarta a la gente en su alimentación, y luego no se cuestiona el modelo consumista de energía en el que vivimos". Y remata: "Seguro que Paul McCartney no se plantea la utilización del aire acondicionado, o los viajes en avión y jet privado al otro lado del mundo. Hay mucha demagogia".
La ciudad de Gante, en Bélgica, ha sido la primera en sumarse al club y ha declarado los martes "día vegetariano". Varios chefs en el Reino Unido han apoyado el proyecto de McCartney y han creado recetas vegetarianas para la página web de la campaña. La receta de esta semana es del propio McCartney: "La ensalada de Paul para chuparse los dedos". Hojas de espinaca y rúcula, tomates cherry, aguacate y queso feta.

 
Fuente:
http://www.elpais.com (24 de julio de 2009)