domingo, 16 de diciembre de 2012

Lloro por ti, Enrique Iglesias

Te busque en el infinito
Y en las huellas de tus labios
En uno de tus cigarrillos
Esperando hasta el cansancio
Y tu me has hechado al olvido
Y la suerte se me escapa en un suspiro
Y tu te me vas de las manos
Y la vida se me rompe en mil pedazos
Y yo...

Lloro por ti
Soñando que lo nuestro tiene algun remedio
Lloro por ti
Es que no hay forma de olvidarme de tus besos
Lloro por ti
Por que no dejo de pensar cuanto te quiero...

La fuerza de las cosas, Ignacio Egea


El niño al otro lado del espejo se asoma a las estancias vacías. Se pasa mirándolas sus aburridos días, sin siquiera soñar en cruzar y recorrerlas: la del otro lado es una gran casa casi siempre desierta. Los espejos de las salas apenas ven pasar a alguien; muchos están velados por las mismas telas que protegen a los otros muebles del polvo.
Las raras veces que alguien entra allí y pasea su vista por los cien espejos estropeados y antiguos, nunca ve al niño del espejo, ni aún de pasada. El niño se esconde: una fuerza le obliga a ello cuando una presencia se acerca por el otro lado del cristal; no sabe bien si es un sexto sentido, la timidez, o la fatalidad de la fuerza de las cosas. El niño corre, se agacha, se aparta a un lado del campo visual.

Y cuando lo hace se cruza con los mayores, que corren a apostarse frente al cristal donde una presencia espera ver reflejada su imagen en el vidrio. El niño se agazapa, les hace sitio. Procura no estorbarles. El mismo impulso, la misma ley, el mismo destino les obliga a todos ellos. Nunca debe verse otro rostro excepto el esperado.

Al niño nadie lo espera, y sólo se atreve a asomarse a lo desierto. Los mismos reflejos mayores evitan hablarle las pocas veces se lo cruzan. Las estancias están siempre abandonadas. Excepto por el viejo, cada día más encogido y arrugado, que de vez en cuando recorre los salones cabizbajo, que casi nunca mira en los espejos, que espacia cada vez más sus visitas. A su reflejo, una pizca más atento que los demás, ninguno de los dos sabe por qué, una vez que se cruzaron le preguntó.

-¿Por qué yo no soy reflejo de nadie?

-Sí lo eres. No lo recuerdas porque entonces eras muy pequeño, pero una vez tú y yo nos asomamos juntos, a esa gran luna de allí. Recuerdo tu gran sonrisa desdentada de bebé; la mía era arrugada e hirsuta, pero mis ojos brillaban como nunca han vuelto a hacerlo. Pero eso fue hace mucho tiempo, y ese niño no ha vuelto por aquí.

-¿Y dónde está?

-No lo sé. Nadie lo sabe. Pero eso es lo normal, ¿sabes? Lo que le ha pasado a tu personaje le pasará también alguna vez al mío, no volverá a salir y yo, al pasar el tiempo, cuando me aburra, me entretendré en mirar las estancias vacías, los espejos poco transitados donde nos permite estar la fuerza de las cosas. Cuando eso pase, tú y yo tendremos más tiempo para hablar, no te preocupes. Y supongo que ese momento no puede tardar mucho. Ahora no te tomes a mal que los otros reflejos no te hagamos caso; estamos muy ocupados.

-Me gustaría volver a ver a mi otro yo; no me acuerdo de él. ¿Cuando tengas tiempo me ayudarás a buscarlo?

-¿Y dónde vas a buscarlo? No está allí, con los otros, no está aquí, ni en las habitaciones vacías donde puedes mirar. Oí una vez decir que tal vez vayan todos a una gran estancia donde no hay espejos, y se quedan allí para siempre. Pero, por definición, de la existencia de un lugar así no podremos estar seguros nunca. Tal vez, sencillamente, pasado un tiempo, desaparezcan. Pero me cuesta concebirlo, si nosotros no desaparecemos. Tal vez no sean reales, sólo imágenes que nos sirven de recordatorio de nuestras obligaciones, de los ritos que son nuestra razón de ser.

El niño del otro lado del espejo se estremeció: la no existencia estaba demasiado fuera de su capacidad de entendimiento para inquietarle, pero cuando pensaba en aquella hipotética sala sin espejos le venía una especie de vértigo: intentaba imaginar un lugar al que él no podría mirar nunca, donde los personajes moraban eternamente, sin salir de allí jamás, sin ser vistos: ni un solo espejo, ni una ventana al exterior, que permitiera un ocasional reflejo en sus hojas de vidrio, un lugar tal vez sumido en una completa, inconcebible oscuridad, o si no, donde todos ellos estarían con los ojos fuertemente cerrados, para siempre.

Porque hasta los iris de los ojos hacen espejos, y el niño, algunas veces, también se asoma allí.


Ni un segundo, Malú

Sin ti se han ido tantas cosas en mi vida
no es nada ya como lo conocía
cambió la vida entera de color.

Se fue la huella que dejabas con tus dedos
se fueron los altares y los credos
las reglas que inventaste con tu amor
y no pienses ni un segundo
en regresar por el camino que te vio partir
porque sin ti, porque sin ti
no queda nada del dolor que me causó
de mendigarte por un beso
yo volví a encontrar la libertad que se escapó
mi corazón estaba preso
se disipó la oscuridad en mi interior
y ahora veo que tu amor no era amor,
tal vez te duela,
pero desde que te fuiste,
me siento mucho mejor.

Sin ti ha vuelto a entrar la luz por la ventana
he vuelto a sonreír por las mañanas
sin miedo a que alguien me diga que no.

Domingo con... Las brujas de Zugarramurdi



En el Pirineo occidental, superado el valle de Baztan y a escasa distancia de la frontera con Francia se encuentra Zugarramurdi, el pueblo de las brujas, donde fantasía y realidad se mezclan para regalar a la imaginación la posibilidad de hacer un apasionante viaje a través del tiempo. 

Zugarramurdi es un pequeño pueblo de apenas 250 habitantes que entró en la historia a causa de unos terribles sucesos que tuvieron lugar hace cuatro siglos.
A las afueras de la aldea, una gran cueva de origen cárstico alberga el recinto en el que las "sorgiñak" (brujas vascas) de la zona, se reunían para celebrar los "akelarres".
Se dice que la palabra "akelarre" viene del prado que está al lado de una de las pequeñas cuevas de Zugarramurdi, que era donde pretendidamente se celebraban las reuniones de las brujas. La palabra "Akelarre" significa "prado del cabrón". Y así le llamaban los asistentes a las reuniones de las cuevas a este prado ya que en él pastaba un gran cabrón, el cual decían que se transformaba en persona cuando se reunían las brujas, es decir, según la leyenda, este cabrón era el mismísimo diablo.
 

Zugarramurdi vista desde el camino.


En Europa, el culto a un dios cornudo se remonta al siglo V. Jano, la deidad masculina con cuernos, simboliza la virilidad, la fuerza, y se le atribuye una personalidad promiscua. Es el responsable de la fecundidad y fertilidad de la tierra. 
En el País Vasco, esta entidad toma el nombre de Akerbeltz o macho cabrío negro, un fauno del que se creía que vivía en alguna cueva, bajo tierra, y al que se le atribuían propiedades curativas contra la enfermedad e influencias benéficas sobre los animales y rebaños encomendados a su protección. Por esta razón, todavía hoy en día se cría un macho cabrío negro en muchos caseríos. 

En la mayoría de rebaños vascos hay un macho cabrío negro o una cabra del mismo color. ¿Tradición? ¿Superstición?

Akerbeltz era el fauno al que adoraban las brujas y brujos en los "akelarres", que tenían lugar normalmente las noches de los viernes. El rito consistía en ofrecer pan, huevos y dinero, y posteriormente bailar alrededor de una hoguera.
Durante estas reuniones, se sacrificaba algún animal y se le pedía a Akerbeltz suerte en el amor; fertilidad para las mujeres, la tierra y el ganado; protección contra enfermedades como la peste, que en aquellos tiempos asolaba las aldeas; lluvia en tiempos de sequía… y todas esas cosas que cualquier ser humano ha pedido -y pide- a los dioses en los que cree.

También se consumían pócimas alucinógenas, algo que se sigue practicando hoy en día en muchas culturas de Sudamérica, África y Asia.
La ingestión de estos brebajes y orujos destilados a partir de endrinas y otras bayas producía efectos muy parecidos a los causados por el LSD y el alcohol. Las danzantes entraban en estado de trance, lo que a ojos de los no iniciados semejaba que eran poseídas por un espíritu diabólico.

Con la llegada del cristianismo, la práctica de estos ritos paganos se consideró herejía y comenzó a ser perseguida. Sin embargo, aquella no iba a ser una tarea fácil, pues había que erradicar creencias instaladas en el pueblo desde la noche de los tiempos.
Para ello, la autoridad eclesiástica no dudó en emplear las tácticas más sibilinas, fabricando rumores con el fin de crear rechazo hacia las brujas vascas, y cubriendo sus prácticas con un manto de miedo y sospecha. 

© Nómada
Entrada sur a la cueva de Zugarramurdi.


De esta forma, alimentaron la idea de que los "akelarres" eran bacanales donde sacrificaban niños para luego beberse su sangre; de que ofrecían muchachas núbiles al diablo, celebraban misas negras o elaboraban sus pócimas con todo tipo de ingredientes repelentes, como médula ósea de niño, excrementos, arañas y otras "delicatessen".
También extendieron el bulo de que en estas orgías se practicaba la homosexualidad, la antropofagia y otros "ritos diabólicos". 


A pesar de tanta calumnia, el puritanismo eclesiástico de la época seguía sin conseguir sus fines, así que optó por utilizar su arma más temida y letal: el Tribunal del Santo Oficio.
Empezaban a escribirse las páginas más negras de la historia de la Inquisición, al tiempo que se ordenaba comenzar las cazas de brujas. Las dos más célebres se llevaron a cabo en la Sierra de Anboto de Vizcaya, y en esta aldea de Zugarramurdi.



Muchas voces avalan la teoría de que esta época negra tuvo gran influencia en el desarrollo del carnaval en esta zona del País Vasco. A fin de cuentas, en estas tierras el motivo del carnaval era la celebración del solsticio de primavera.

Todo comenzó, cuando María de Zimilguen, fue requerida por el Santo Oficio, en relación a una caza de brujas en la ciudad francesa de Ciboure. María reconoció su presencia en varios aquelarres celebrados en Zugarramurdi, junto con otras mujeres del pueblo. Aunque todo hubiera podido tener unas consecuencias más sencillas, la denuncia presentada por Fray León de Aranibar, abad del monasterio de Urdax, ante el Tribunal de Logroño, desencadenó una persecución contra ellas.

En 1608, Juan del Valle Alvarado llegó a Zugarramurdi comisionado por el Santo Oficio para investigar las denuncias de hechicería que se habían recibido.
Tras una laboriosa recopilación de testimonios entre delatores, envidiosos, supersticiosos y gente que buscaba venganza por rencillas personales, la comisión que comandaba el inquisidor inculpó a trescientas personas. De estas personas cuarenta fueron presas y llevadas a Logroño, a las cuales la Inquisición acusaba de tener al diablo por Dios y de celebrar misas negras con él.
También se les acusaba de metamorfosis, de provocar tempestades en el mar para perder los navíos que entraban o salían de San Juan de Luz, de maleficios contra campos, animales y personas e incluso fueron acusadas de vampirismo y necrofagia.


© Nómada

Por su tamaño e importancia, la cueva de Zugarramurdi se consideró la catedral de los "akelarres".


Los reos, sometidos a torturas inimaginables, acababan confesando cualquier crimen del que se les acusara. Hasta el punto de que en el proceso de las brujas de Zugarramurdi, parte del tribunal no apoyó el auto de fe por entender que los actos que afirmaban haber cometido aquellos desgraciados eran tan increíbles que su confesión sólo podía haber sido arrancada en medio del delirio y la desesperación por acabar con el dolor de las torturas.

© Nómada

Cubierto de musgo y pieles de macho cabrío, este personaje es una imagen recurrente del carnaval, en el solsticio de primavera.

El juicio de las brujas de Zugarramurdi se prolongó por espacio de dos años, hasta que finalmente once de los detenidos fueron condenados a muerte en la hoguera por los delitos de brujería, magia y superstición.
Este proceso tuvo gran resonancia, y su desarrollo fue seguido en toda Europa con tanto interés -y morbo- que el día de la ejecución del auto de fe se congregaron en Logroño más de 20.000 personas venidas de todas partes de Castilla y otros Reinos. Una multitud para aquella época.

De los tres inquisidores que formaban la Comisión del Santo Oficio, sólo Alonso de Salazar y Frías puso en duda el testimonio de aquellos pobres condenados: "¿Cómo podían saber lo que confesaban, si ni siquiera conocen el castellano y sólo hablan en la Lingua Navarrorum?", que así se denominaba a la lengua de los vascos.

© Nómada

Por este puente asistían a los "akelarres" los que vivían al norte de la cueva.

En Logroño, el día 6 de noviembre de 1610, a primera hora de la mañana, salía una numerosísima y devota procesión encabezada por el estandarte de la Inquisición, seguido de gran cantidad de inquisidores, notarios y familias adineradas, todos ellos ricamente ataviados. Detrás, una multitud de monjes benedictinos, jesuitas y franciscanos, y cerrando la comitiva, dos dignidades de la Iglesia y el alguacil del Santo Oficio.
Acercándose hasta un gran patíbulo instalado en la plaza, clavaron la Santa Cruz que presidiría las ejecuciones.

© Nómada

Desde la zona alta de la cueva se accede a los últimos caseríos de Zugarramurdi.

Al amanecer del día siguiente, cincuenta y tres personas fueron sacadas y conducidas en fila hacia el cadalso. Llevaban un cirio entre las manos, la cabeza descubierta, escapularios y sambenitos. Seis de ellos, una soga al cuello.
Detrás, cinco muñecos de madera y cinco ataúdes con restos mortales. Porque durante los dos años que duró el juicio, cinco inculpados fallecieron en la cárcel. Ni después de muertos se librarían de su castigo.

Después de leer públicamente las sentencias, unos fueron desterrados, otros excomulgados, varios azotados y alguno absuelto.
Los seis reos con la soga en el cuello, los cinco difuntos en sus ataudes y los muñecos que los caricaturizaban fueron atados a postes rodeados de leña y quemados en lo alto del cadalso.

El crepitar de las llamas y las voces de los religiosos cantando el "Te Deum laudamus" no conseguían apagar los aullidos de los condenados.
Primero se quemaba el pelo, luego los ojos se secaban y se vaciaban, y la piel se chamuscaba. En poco tiempo, las llamas devoraban los cuerpos, reduciéndolos a figuras negras y duras. Cesaban los alaridos. La multitud, enmudecida, miraba con una mezcla de terror y devoción.

Las protestas por la inusitada crueldad del auto de fe de Logroño y los escritos de Alonso de Salazar expresando sus discrepancias acerca de la manera de impartir la justicia religiosa trajeron consecuencias en los tiempos venideros. Comenzaba el llamado "período de las luces". 

© Nómada
Un crucero en un rincón de Zugarramurdi.

Callejeando por Zugarramurdi aún pueden verse los diez cruceros que la Iglesia mandó plantar para proteger al pueblo y sus habitantes de las influencias del maligno.
También siguen en pie las casas que habitaron aquellas mujeres que fueron acusadas de ser brujas y quemadas vivas.
Los quemados en la hoguera fueron personajes importantes de los aquelarres de Zugarramurdi celebrados en estas cuevas: Graciana de Barrenechea y su esposo Miguel de Goiburu, reina y rey respectivamente; Joanes de Etxalar que era el verdugo ejecutor de las penas que dictaba el diablo; María Chipía, famosa maestra en el arte de la brujería; Joanes de Goiburu, txistulari y Juan de Sansin, que tocaba el tambor.

Todo esto es lo que dicen los documentos de la época pero en Zugarramurdi hoy solo nos queda el escenario de los aquelarres y las leyendas que nos cuentan las peripecias que mantenían los zugarramurdiarras con sus brujas. Leyendas como aquella que nos cuenta cómo las brujas raptaron a una chica, la del escarmiento que recibió otra bruja por "meterse donde no debía" o aquella otra leyenda sobre dos hermanas perdidas en el monte. También está la leyenda del bautizo de la hija de unos brujos, la de aquel que se atrevió a salir de casa antes de que sonara la argiezkila, o la que nos cuenta lo que le pasó al chio que tenía una novia bruja...

Estas leyendas también cuentan los métodos que se empleaban para espantar a las brujas, como por ejemplo, el de poner en la puerta de la casa una cruz hecha con dos ramitas de fresno y un ramo de laurel bendecido al lado para que así ninguna bruja pudiera entrar, o bien si la bruja había conseguido entrar en la casa, echar un puñado de sal la fuego bajo y que con el crepitar, la bruja se espantara. Si a pesar de todo alguien se encontraba cara a cara con una bruja bastaba con santiguarse y decir "Jesús" o bien trazar con los dos índices una cruz y decir "Púyes" y la bruja desaparecía en el acto. Otra norma a tener en cuenta es no salir de casa entre el ángelus del oscurecer y la argiezkila del amanecer.

Entre las leyendas también se nos cuenta cómo los habitantes de Zugarramurdi, en un intento de hacer desaparecer a las brujas, fueron en procesión a las cuevas un 15 de Agosto y allá el cura esparció un robo bendecido de mostaza para que las brujas desaparecieran y no volvieran en tantos años como granos de mostaza había en aquel robo.

 
Julio Caro Baroja, en su libro de Las brujas y su mundo, señala que, si la brujería vasca es conocida, es debido a la fama del proceso de las brujas de Zugarramurdi, a las que dedica un capítulo, y considera que la Inquisición de Logroño fue arrastrada a actuar por el celo de la justicia secular, y por una ola de pánico de las que periódicamente dominaban al país vasco, y que esta vez se extendió sobre la zona del extremo noroeste de Navarra -y añade- que las autoridades civiles habían realizado ya muchos arrestos e incluso habían ejecutado a varias personas cuando la Suprema dio orden al Tribunal de Logroño para que realizara una inspección en aquella zona.

Esta es, a grandes rasgos, la historia de las cuevas y de Zugarramurdi conocido en todas partes como "el pueblo de las brujas".


© Nómada



En  época invernal oscurece muy pronto, y empieza a ser hora de salir de la cueva de Zugarramurdi, el lugar donde se celebraban los "akelarres", el escenario de aquellas fiestas paganas.
Es tiempo de heladas, y en los nevados bosques que rodean el sitio no hay pájaros todavía; sólo se oye el murmullo del pequeño riachuelo que corre pegado a una pared de la cueva, tallándola pacientemente desde hace miles de años.
Este río tiene un nombre antiguo e inquietante. Ni los más ancianos recuerdan quién se lo puso. El río se llama Arroyo del Infierno.

Me sitúo sobre un rústico puente y observo sus negras aguas, preguntándome si el Arroyo del Infierno no serán sino las lágrimas derramadas por Akerbeltz, el llanto del fauno, por el dolor y las injurias que sufrieron aquellas mujeres de Zugarramurdi.




La cueva de Zugarramurdi 

Cueva En el Pirineo occidental, superado el valle de Baztan y a escasa distancia de la frontera con Francia se encuentra Zugarramurdi, el pueblo de las brujas, donde fantasía y realidad se mezclan para regalar a la imaginación la posibilidad de hacer un apasionante viaje a través del tiempo.

Su cueva, a 400 metros de Zugarramurdi, se puede visitar hasta el anochecer. No contiene estalactitas ni estalagmitas, ni en sus paredes se han descubierto pinturas rupestres. Sin embargo, conserva un atractivo casi único; un halo mágico que la envuelve por haber sido hasta el siglo XVII escenario de akelarres, reuniones paganas en las que hombres y mujeres escapaban de la rutina a través de festines desenfrenados, danzas en torno a hogueras y orgías a la luz de la luna.

Un enclave natural en el que resuenan los ecos de la historia y la leyenda.

Fueron descubiertas en 1808 por un pastor, aunque los estudios realizados fechan su origen hacia 14 mil años atrás a.C. Al haberse encontrado sílex, se cree que en la Prehistoria, hace unos 6 mil años, pudieran estar habitadas por el hombre.
Durante miles de años, el agua ha excavado en la roca diversas galerías intercomunicadas que suman una superficie total de 1850 metros cuadrados. El magnesio ha creado con su goteo mil formas de estalactitas y estalagmitas.
La entrada da paso al Salón de Recepciones, de 30 m. de largo y 23 de ancho. La Sala de los Tres Reyes posee estalagmitas de gran tamaño y la Sala de las Columnas, ambas recorridas por el riachuelo Utxumea, son también de gran belleza.
Una parte de las cuevas, acondicionada con escaleras e iluminación, puede ser contemplada por una visita guiada de 30 minutos, acompañada de un montaje de luz y sonido con explicaciones en euskera, castellano, francés e inglés.

Según cuenta la leyenda, en las cuevas vivían las Lamías, seres mitad mujer y mitad pez. Otras cuevas (no visitables) son las de Berroberria y Alkerdi, donde se albergan algunas pinturas rupestres datadas en 12 o 13 mil años.
A unos 400 metros del pueblo de Zugarramurdi, el torrente Urbia, más conocido como Infernuko Erreka (río del infierno), ha perforado la roca calcárea y ha formado un túnel de 120 metros de longitud y que alcanza alturas de hasta 12 metros.

El lado más abierto del túnel recibe el nombre de Sorginen Lezea (cueva de las brujas) y el más estrecho, en el extremo opuesto, se llama Akelarrelezea (cueva del akelarre). En la parte más alta existen otras dos galerías de tamaño más reducido a ambos lados. Pero la fama de las cuevas de Zugarramurdi proviene del trágico suceso que ocurrió a comienzos del siglo XVII, dónde desde el mismo pueblo se avisó a la Inquisición para que interviniera en un caso de brujería.

 

Con un auto de fe, finalizaron las persecuciones de supuestos brujos y brujas en Navarra y la gruta en la que supuestamente tenían lugar los akelarres, quedó ligada a la historia de la brujería.
En la Cueva Grande cada 18 de agosto se celebra el “zikiro jate”, una comida popular que coincide con las fiestas patronales de Zugarramurdi.
El menú consiste en una piperrada, una sopa y carnero o zikiro, que se asa en grandes trozos ensartados en estacas y a la leña.




Museo de la Brujas

 

El nombre de Zugarramurdi ha quedado para siempre unido a la palabra “brujería” desde un proceso que tuvo lugar a principios del siglo XVII, en el que una treintena de personas de la localidad fueron ajusticiadas por sus supuestas prácticas brujeriles. ¿Fue la envidia la culpable de todo? ¿Las diferencias políticas o culturales? ¿O un excesivo celo religioso? Sea como fuere, hace 400 años tuvieron lugar unos hechos que cambiaron la hasta entonces pacífica historia de este pueblo. Actualmente, el Museo de las Brujas es el puente que une el pasado de la localidad con el presente.
El museo, una antigua casona que fue utilizada como hospital desde finales del s. XVIII, consta de una planta baja y dos niveles más. El objetivo principal del museo es cambiar la visión que tradicionalmente se tiene en torno a la brujería. Para ello, se le ha dado un enfoque contemporáneo y se ha utilizado la tecnología más avanzada para reforzar el contenido del museo. Varios audiovisuales hacen de hilo conductor de la visita, aunque el visitante cuenta, asimismo, con textos explicativos que completan la información y con varios ordenadores con pantallas táctiles, que profundizan en determinados temas.
En la planta baja se encuentra la recepción, los aseos, la tienda, un punto de información turística y un auditorio. Es precisamente en este último donde da comienzo la visita mediante un audiovisual de unos quince minutos de duración que trata sobre la caza de brujas. Se pretende dar una perspectiva global del tema, adaptada al siglo XXI.
Ya en el primer piso se narra la propia historia de Zugarramurdi. Se trata de un homenaje a la memoria y la tierra en la que nos encontramos. Para ello, se realza la importancia de los implicados e implicadas en el proceso inquisitorial que tuvo lugar en el siglo XVII. Mediante el primer audiovisual, de unos cinco minutos, se narra cómo empezó a surgir la brujería en el pueblo. Además, se da información sobre el funcionamiento de la propia Inquisición y la huella que dejó a su paso por esta tierra.
En la segunda planta se pretende contextualizar todo lo mencionado anteriormente para que pueda ser entendido en un espacio y en un tiempo concreto. Mediante un audiovisual de unos diez minutos de duración se explica cómo entendían el mundo en aquella época y cómo lo interpretaban. Después, el visitante atraviesa una sala en donde están explicados uno por uno los principales personajes mitológicos de la cultura vasca mediante una ilustración y una descripción de la función que desempeñaban. Para finalizar, se visita la última sala, en la que se muestra cómo era el día a día de la época, donde se realza la importancia de las mujeres en general y de las herboleras o curanderas en particular. Hay, también, una recreación de una cocina y una pantalla táctil con información sobre los usos de las plantas medicinales. El recorrido termina con un audiovisual sobre el “akelarre” (7 mins).

Escrito hecho por Ainhoa Agirre (gerente del Museo de la Brujería).












Cine: «Las Brujas de Zugarramurdi», una comedia terrorífica de Álex de la Iglesia





El director de cine Álex de la Iglesia, ha presentado su nuevo proyecto: «Las Brujas de Zugarramurdi». Una comedia terrorífica producida por Enrique Cerezo (actual Presidente del Atlético de Madrid) que empezará a filmarse la semana próxima en las localizaciones de Navarra y Madrid.

«Parece de terror pero se trata de una comedia loca en la que quiero reírme de mí mismo y de los problemas que se afrontan al intentar sobrevivir en el mundo actual», explicó Alex de la Iglesia razonando también que se trata de «un punto de vista cínico de la realidad».

Argumento


La trama recorre la historia de un grupo de hombres desesperados, «con grandes problemas de adaptación al medio», puntualizó de la Iglesia. Estas personas están unidas por la desesperanza y también tienen en común una situación conyugal insatisfactoria. Ante esto, José (Hugo Silva) decide atracar junto a Antonio (Mario Casas) y su hijo Sergio, de ocho años, una tienda de «Compro Oro» de la Puerta del Sol de Madrid. El desespero y la urgencia no les deja pensar con claridad y teniendo ya el botín –con 25.000 anillos–, tendrán que parar un taxi, que conduce Manuel (Jaime Ordoñez, conocido por sus papeles en «La hora de José Mota) para poder escapar.


Los tres personajes estarán perseguidos por dos policías, muy especiales, mientras intentan salir con el botín hacia París. Los inspectores Calvo y Pacheco están interpretados por Pepon Nieto (Los hombres de Paco) y Secun de la Rosa, célebre por su papel como Tony, hermano de Mauricio Colmenero, en la popular serie televisiva Aída.

El protagonista, José, le ha prometido a su hijo que vivirían en Disneyland, pero su ex-mujer, Macarena Gómez –famosa por su papel de Lola Trujillo en «La que se avecina»–, tiene mucho carácter y se encargará de no dejar escapar a su ex.

Por si fuera poco, a estos pobres diablos les cae una maldición y los 25.000 anillos se convierten en «un cargamento de mal rollo donde hay miles de esperanzas rotas, engaños y mentiras», esclarece Alex de la Iglesia. De esta suerte, o más bien mala suerte, se darán cuenta en un castillo «del terror» en Zugarramurdi (Navarra), en el que conocerán a tres brujas, unas mujeres enoloquecidas que se alimentan de carne humana y que además querrán el saco de joyas robadas.

Personajes y perspectiva


Alex de la Iglesia lo tiene claro: «quería dos actores atractivos, porque son los que más se merecen sufrir» y a su vez aseguró que quería trabajar con ellos porque ambos, Hugo Silva y Mario Casas, son capaces de «atrapar a la cámara con su carisma». Por su parte Mario Casas afirmó que está contento por este papel, un personaje muy distinto a los que acostumbra a hacer y que le hará sacar su vis más cómica. «Es mi primera vez en este género y el guión es maravilloso. Ya había tenido la oportunidad de hablar con Álex de la Iglesia para 'La Chispa de la Vida', pero no pudo ser, estoy contento de poder trabajar con él», comentó Casas.

Su personaje tiene serios problemas para comunicarse, parece que todo lo arregla con la violencia, «le falta unos cuantos tornillos pero tiene un corazón que no le cabe en el pecho», afirma Mario. Mientras que el personaje de Hugo es un luchador, un líder innato «que lo único que tiene de verdad es su hijo, por el que haría lo que sea...», defendió Silva. Dos hombres atormentados que están destinados a vivir «una historia frenética que va a toda velocidad», comentó Álex de la Iglesia.

Con esta película, el director se desquita al introducir elementos que ya había pensado para otras como «El día de la Bestia» o «La comunidad». Y es que para él la comedia es su género preferido y cree que «no hay nada más inteligente que el hacer reír», sostiene de la Iglesia.

Dificultades económicas


Ante la pregunta de si los cineastas se plantean manifestarse en contra de los recortes, Álex alegó que ya no es presidente de la Academia de Cine y que ahora tiene bastante para defenderse a sí mismo y lo que hace, aunque no duda en admitir que «la industria de la cultura se merece un respeto y una consideración». «Esta situación nos afecta a todos nos encontramos en una situación muy complicada, trabajar es un privilegio», afirmó. Y es que muchos de sus amigos no han podido sacar adelante sus proyectos cinematográficos, por eso él se siente en «la obligación» de sacar su trabajo lo mejor posible y se siente «orgulloso» de poder hacerlo.





Fuentes:
http://www.quesabesde.com
http://wwwlaotrahistoria.blogspot.com.es
http://www.foromegustaviajar.com
http://www.haitzetxea.es/cuevas-y-museo-de-la-brujeria/
http://www.abc.es